domingo, 5 de julio de 2009

Guys' Night Out: Mujeres de verdad, Mujeres de fantasía

“No estoy listo para un compromiso de ese nivel, sólo tengo 19 años,” decía el muchacho de lentes mientras detenía su cerveza y la cambiaba de mano a mano, “tú me entiendes, ¿verdad?”

“Claro, claro”, dije mientras limpiaba copas del otro lado de la barra. En realidad no había escuchado gran parte de lo que el muchacho decía, pero la forma en que se lamentaba hacía que fuera sencillo contestarle con una respuesta genérica. Todo barman tiene un repertorio de ellas, y hay veces que hay que sacarlo.

“Al menos no te dejó para huir a otro país y buscar a un maldito hijo de murciélago de lentejuelas que de todos modos iba a matarse,” dijo el tipo grande que estaba sentado al otro lado de la barra sin camiseta. “No la dejes en duda, porque si te haces su amigo, no pasas de eso,” añadió mientras tomaba otro trago de su Jack & Coke. Era su primer vaso, y ya corría los finales de las oraciones al hablar.

“¿Acaso importa? La mujer que ama sin ser correspondida duerme, el hombre que ama sin ser correspondido duerme,” dijo el muchacho del pelo rizado que estaba sentado en medio de los otros dos mientras tomaba un sorbo de su whisky puro. “Y las disposiciones rabiosas y traidoras también duermen, ¡todos duermen!”

“Ya callen a Benedetti, por favor,” exclamó el otro muchacho de lentes, sentado a la derecha del no-comprometido. Miraba su segundo caballito de tequila fijamente, mientras sostenía su cabeza con ambas manos, los codos apoyados en la barra.

“Es Walt Whitman,” susurró el muchacho de los rizos, “sólo Walt Whitman…” y empezó a garabatear en una servilleta. Los cuatro siguieron en silencio, alternadamente sorbiendo sus bebidas y mirando hacia la barra.

“Se fue a Italia. ¡Italia! ¿Qué tiene qué hacer en Italia? ¡Aquí hay suficiente pizza como para no ir a Italia nunca!”, dijo el tipo grande sin que nadie reaccionara.

“Sí, es la milésima vez que lo dices,” dijo el muchacho del tequila.

“¡ITALIA!”, continuó el tipo grande.

“¡SÍ, YA ESCUCHAMOS!”, gritó el muchacho del tequila, que probablemente le llegaba al codo al tipo grande. Una pelea entre esos dos probablemente sería cosa de unos segundos, pero no es algo con lo que uno quiere lidiar en una noche de trabajo.

“Ah, perdón, lo había olvidado”, dijo el tipo grande, visiblemente haciendo un esfuerzo por recordar si eso era cierto. No sé si estaba borracho o si su intervalo de atención era realmente así de corto. “¡ITALIA!”, continuó. Sí, creo que era sólo un gran tipo distraído.

“Al menos eres libre de buscar otras mujeres que no te lastimen,” dijo el de lentes que había empezado con las quejas. “Yo estoy atado a la pelirroja, y no puedo hacer nada al respecto.”

“Yo nunca tuve novia en prepa,” dijo el otro muchacho de lentes, el del tequila, “así que realmente no entiendo tu preocupación. Tú la quieres, ella te quiere, todos se quieren, ¿cuál es el problema?”.

“Doblado por las circunstancias y cegado por el compromiso a sí mismo, el humilde desconocido…” murmuró el muchacho de pelo rizado mientras ajustaba su abrigo sobre su cuerpo esquelético.

“¿Quieres dejar de hablar en código, por favor? John Keats ni siquiera me cae bien”, dijo el de lentes, tomándose lo último de su tequila. “Otro igual, por favor,” dijo en mi dirección.

“Hay muchas otras variables qué considerar, no sólo si nos queremos o no,” dijo el otro muchacho de lentes. Era extraño lo mucho que se parecían, si no era porque uno de ellos, el de la cerveza, tenía la frente cubierta por su pelo negro. Sin querer le di el tequila al muchacho equivocado, pero rápidamente corregí mi error. “No todo es un cuento de hadas, la magia que haya entre nosotros no es lo único que importa.”

“Ella y yo teníamos magia,” dijo el tipo grande, “magia de la de deveras.”

“En su mágica red de cabello yace el esplendor del antiguo mundo…” dijo el muchacho de pelo rizado, agitando su whisky lentamente.

“Eso ni siquiera tiene sentido,” murmuró el muchacho de lentes que ahora miraba su tequila fijamente, apoyando su cabeza en una mano.

“Tú no sabes lo que tiene sentido,” contestó el muchacho de rizos en la voz baja más amenazadoramente emocional que he escuchado en mi vida.

“Yo… no sé lo que es ‘sentido’”, dijo el tipo grande, parpadeando rápidamente.

Esa pareció ser la señal para acabar con las conversaciones, porque ninguno de los cuatro continuó hablando. Todavía no entiendo cómo esos cuatro terminaron juntos en una barra, pero supongo que las penas de amor crean hermandad hasta en gente que se odiaría o desesperaría si se conocieran, por ejemplo, en libros.

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