Un día me desperté y Soledad tenía mi mano.
Le rogué que me dejara, pero las súplicas eran en vano,
pues sus oídos eran sordos y de su boca no salía palabra.
Tiré con fuerza para alejarla de mí
pero Soledad se aferró más y su mano se hizo de hielo,
y el dolor hizo que ya no pudiera dejar de pensar en ella.
Pasé mis días con Soledad y no viví para otra que no fuera ella.
Respirar se volvió muy pesado y caminar se tornó tan difícil,
hasta que no pude seguir haciéndolo y caí.
Que Soledad tirara de mí dejó de tener importancia
y el frío de su mano se disolvió y el entorno dejó de tener claridad.
Y mi último pensamiento fue de Soledad, mi soledad...
1 comentario:
Hmmm si puedo ver la soledad en sus ojos. Me gusta mucho cuando las cosas se convierte en personas en un escrito, así que yei :D
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